Camilo nunca pensó que su timidez extrema fuera a causar problemas. Estaba acostumbrado a vivir una vida tranquila sin que nadie cuestionara su forma de ser… Finalmente seguía siendo la misma persona: un chico tímido al que le costaba hacer amigos con facilidad y enfrentarse a nuevos ambientes sociales. Pero no era nada que lo preocupara demasiado, en el colegio sus profesores y amigos aprendieron a conocerlo y no lo hacían sentir mal por ello. Era cierto que no tenía muchos amigos y que evitaba enfrentarse a cosas nuevas, pero siempre pensó que se podía vivir de esa manera. A fin de cuentas, era simplemente un rasgo de su personalidad… y ser tímido no es algo de lo que haya que avergonzarse, o en lo que se tenga que trabajar para modificar porque no es algo malo o negativo… ¿cómo podría serlo? Había vivido siempre así y nunca le había causado demasiados problemas…
¿Qué era diferente ahora?
¿Por qué ahora sentía que su timidez había alcanzado un umbral diferente?
La verdad es que nada había cambiado sustancialmente, al menos no en él. Lo que sí cambió fue su entorno. Camilo se graduó del colegio y empezó a estudiar en la universidad. Nunca pensó que ese lugar, al que soñaba ir desde que cumplió 16, se convertiría en la horrible pesadilla en que se convirtió.
La universidad era completamente diferente al colegio. Para empezar ya no era un espacio en el que se sintiera completamente seguro. Muchas cosas a la vez sucedían cada día y una de ellas era la ausencia de caras familiares. Todas eran nuevas, extrañas y algunas veces un poco toscas… Los salones eran enormes, muchísimos estudiantes asistían, cada uno en su propio mundo, y los profesores se sentían completamente lejanos.
Entablar una conversación con alguien en el pasillo a las afueras del salón de clases era misión imposible, y ni qué decir de levantar la mano para preguntar sobre algo que no entendiera claramente durante una clase. Camilo se sentía completamente descolocado, asistir a clase era un suplicio, así que evitaba prolongarlo, cuando las clases terminaban se dirige inmediatamente a su casa o se enterraba en la biblioteca, en donde no tenía que hacer ningún esfuerzo para que no lo notaran. Hablar en clase era algo que evitaba hacer a toda costa, y cuando era llamado por el profesor se congelaba completamente y era incapaz de dar cualquier tipo de respuesta.
La universidad no era nada de lo que pensó que sería. No estaba aprendiendo nada, cada clase era más difícil que la anterior y se sentía fuera de lugar, como si en realidad no mereciera estar allí. Esta situación pronto se vio reflejada en sus notas. Y cuando en casa se percataron que no estaba rindiendo académicamente como lo había hecho en el colegio comenzaron a reñirle constantemente.
Ya ni siquiera en casa encontraba un lugar seguro. Ya no era simplemente un chico tímido, ahora era un chico tímido al que le iba mal en clase porque su timidez le impedía dar lo mejor de sí mismo. Camilo intentó solucionar uno de sus dos problemas, el que pensaba que sí tenía solución: sus malas notas. Así que estudiaba muchas horas al día, mucho más de lo que lo hacían cualquiera de sus compañeros. Pero sus notas no mejoraron, así que tuvo que intentar trabajar en eso que él pensaba que no tenía solución: su timidez.
Camilo empezó a asistir a un programa para chicos con dificultades sociales que encontró en la universidad en la que estudiaba, y gracias a este programa descubrió que su timidez no era solamente un rasgo de su personalidad, sino que tenía un nombre: Ansiedad Social; y que cuando ésta se convertía en un problema para lograr sus objetivos diarios, era porque su ansiedad se había convertido en un trastorno.
El programa para mejorar las habilidades sociales le permitió a Camilo entender lo que le sucedía, pero no era suficiente. Fue entonces cuando Camilo llegó a mi consulta, referido por una de las psicólogas del programa. Empezó a realizar tratamiento conmigo, un tratamiento que le permitió tener herramientas para superar su ansiedad social, y mejorar así su desempeño académico, que era una de las cosas que más le preocupaba. Asistir a mis sesiones le permitió tener acceso a un tratamiento diseñado específicamente para sus necesidades y dificultades. Caminamos juntos a su propia velocidad y avanzamos en lo que Camilo deseaba avanzar.
Ahora Camilo ha logrado encontrar nuevamente el lugar en el que puede vivir su vida tranquilamente, no porque no tenga problemas que enfrentar, sino porque ahora sabe que tiene herramientas para enfrentarlos de forma exitosa. Uno de los mayores logros que la terapia le permitió alcanzar fue poder acercarse a compañeros en las diferentes clases para discutir los temarios que le causaban dificultad, preguntar y responder en clases. Poder estudiar con otros chicos marcó un antes y un después en su avance académico y las asignaturas perdidas fueron cosa del pasado.
Muchas personas pueden encontrarse en la misma situación que Camilo, van por la vida intentando solucionar sus dificultades sin atender realmente la causa de estas, y no la atienden porque no saben que tienen una dificultad y creen que es simplemente parte de su personalidad o creen que no tiene solución.
¿Se parece tu historia a la de Camilo?
La ansiedad social, como la mayoría de las formas de ansiedad, se puede confundir con comportamientos que se presentan de forma ocasional y que no representan en realidad ningún daño, ni permanente ni temporal, en la salud emocional de la persona que los presenta. Pero no debemos dejarnos confundir, porque sí existen comportamientos propios de la ansiedad social que pueden lastimar profundamente nuestra salud emocional y mental.
La ansiedad social, por ejemplo, suele confundirse con la timidez, pero no tienen nada que ver la una con la otra. La timidez es una sensación de inseguridad pasajera que experimentan la gran mayoría de personas cuando se enfrentan a situaciones sociales nuevas. La ansiedad social, por otro lado, es cuando todas las interacciones sociales de todos los días generan muchísima inseguridad y vergüenza. Se considera que la ansiedad social es una afectación crónica de la salud mental.
¿Qué causa está afectación?
Si sufres de ansiedad social seguramente te habrás preguntado en muchas ocasiones: ¿Por qué me pasa esto a mí? ¿Por qué no puedo ser como las otras personas?
Y puede que dar respuesta a esta pregunta te traiga un poco de paz mental como puede que no, pero igual es muy importante intentar responder de la mano de nuestro psicólogo o terapeuta de cabecera.
Lo más probable es que esta persona te diga que hay tres posibles grandes causas de tu ansiedad social. La primera de ellas tiene que ver con los atributos hereditarios que obtenemos de nuestros padres. No se trata de afirmar que la ansiedad social es hereditaria pero sí de tener claro que puede existir una predisposición genética en el caso en que nuestros padres o hermanos hayan sido diagnosticados con ansiedad social. ¿Qué significa exactamente tener una predisposición genética? Significa que, si nuestra familia ha lidiado con este trastorno en más de una ocasión, entonces tendremos más probabilidades de desarrollar este tipo de ansiedad que cualquier otra persona que no tenga esta predisposición.
La segunda posible causa del trastorno de ansiedad social tiene que ver con el entorno en el que nos hemos desarrollado. En algunos casos, la ansiedad social es una conducta adquirida. Es decir que ha sido aprendida, ya sea del comportamiento de los padres; o como mecanismo de defensa a una experiencia traumática (burlas, hostigamiento, abuso, humillaciones, etc.); o ambas.
Y la última posible causa tiene que ver con la estructura del cerebro. Algunos estudios han demostrado que dentro del cerebro existe una estructura que han llamado el “núcleo amigdalino” y que este tiene influencia sobre la forma como reaccionamos al miedo. Las personas que tienen un “núcleo amigdalino hiperactivo” reaccionan de forma exagerada ante el miedo, haciéndolos más propensos a presentar ansiedad social.
La causa final por la que una persona presenta ansiedad social puede ser una mezcla de estas tres posibles causas; o puede también ser solamente una. Es labor del terapeuta descubrir cuál o cuáles de manera que pueda diseñar un tratamiento más adecuado, personalizado y exitoso.
Ahora hablemos de cuáles son los síntomas más comunes que experimentan las personas con ansiedad social.
¿Cuáles son los síntomas específicos de la ansiedad social?
- La ansiedad social se diferencia del nerviosismo o incomodidad que se pueda experimentar ante una situación nueva y en cambio se relaciona más con el miedo, la ansiedad y la evasión que interfiere en la realización de las actividades diarias.
- Presencia de un temor excesivo a aquellas situaciones en las que podrías sentir que eres juzgado, avergonzado o humillado.
- Una fuerte dificultad o temor intenso cuando debes interactuar o relacionarte con personas extrañas a tu círculo íntimo.
- La ansiedad social puede derivar en síntomas físicos causados por la prolongada exposición al temor o inseguridad. Los síntomas físicos de los que estamos hablando son:
- Enrojecimiento de la cara.
- Aumento en los latidos del corazón.
- Temblores en la voz, manos y/o rodillas.
- Sudoración en manos, cara, espalda y axilas.
- Dolor de estómago, diarrea o náuseas.
- Sensación de que tu mente se quedó en blanco
- Las personas que presentan ansiedad social por lo general evitan situaciones en las que pueden ser el centro de atención.
- Y, en la mayoría de los casos, el miedo, el nerviosismo y la incomodidad no solo se presentan en el momento en que la persona se ve expuesta al público, sino también en los momentos previos de la exposición.
Y finalmente hablemos de: ¿cómo superar un trastorno de ansiedad social?
En este punto la evidencia y la experiencia me han convencido de una verdad muy poco refutable, y es: la ansiedad social se supera con trabajo terapéutico continuo y comprometido. No hay otra manera.
Muchas personas han intentado superar dificultades de este tipo por sí mismos, aplicando herramientas terapéuticas que encuentran en internet o recomendadas por alguien cercano, un amigo o pariente; y pronto descubren que no les han ayudado como esperaban. Piensan entonces que nada funciona. Pero la terapia sí funciona.
Y sí, hay herramientas terapéuticas que usamos los psicólogos para ayudar a nuestros pacientes a mejorar determinados comportamientos, a mejorar sus reacciones y a practicar habilidades sociales de las que carecen. Pero esas herramientas hacen parte de la terapia, las recomendamos en ciertos casos y en otros no, analizamos cuál sería la mejor forma en que nuestro paciente podría hacer esto o lo otro pensando únicamente en su bienestar y en las particularidades de su caso.
¿A qué voy con esto? A que no es posible mejorar nuestra ansiedad social aplicando herramientas terapéuticas indiscriminadamente. Y aunque creas que las conozcas y creas saber cómo realizarlas: la meditación, el diario emocional, la respiración consciente, entre otras; no sabrás exactamente cómo usarlas, cuando sí o cuando no. Las herramientas funcionan sí, pero como complemento de la terapia.
Así que si deseas dejar en el pasado esa ansiedad social que te atormenta es momento de escribirme. El botón de WhatsApp está diseñado para que puedas iniciar una conversación conmigo en el momento que desees. Te responderé lo más pronto posible y podremos organizar la fecha y hora de nuestra primera terapia. ¡No esperes más!
Maggie.